IV Premio Manuel Clavero a Felipe González
Felipe González recibe el IV Premio Clavero con un alegato a favor de la centralidad política en un tiempo que se debate entre el inmovilismo y el liquidacionismo.
Sevilla, 3 de febrero de 2015
Ésta es la historia de dos personas. De dos políticos, y la de ellos con una ciudad, Sevilla, y con una comunidad, Andalucía. El catedrático Manuel Clavero conoció al estudiante Felipe González en la Facultad de Derecho en la década de los 60; después compartieron legislatura en las primeras elecciones democráticas y una gesta política que se llamó 28-F, y en la noche del jueves volvieron a encontrarse. Felipe González recibió el IV Premio Manuel Clavero, que conceden Diario de Sevilla y la Fundación Persan, aunque el profesor quiso puntualizar lo siguiente sobre quien fuera su joven alumno: «El honrado con este premio soy yo». González acercó Andalucía a un mapa de España de donde se había descolgado desde hacía dos siglos, cosió la piel con un AVE, regaló una Exposición Universal y la situó en el siglo XXI, pero el ex presidente apenas habla de ello. Habla de Grecia, de la soterrada hegemonía mundial que China está construyendo, de la desaparición de España en América Latina, de los pocos dedos de una única mano que apoyaron la unificación de Alemania, de Nixon y de Kohl, pero hay una preocupación que figura en todos sus discursos: el de la moderación como espacio político. «En España se está perdiendo la centralidad política». Primera preocupación.
«Entre el inmovilismo y el liquidacionismo hay un enorme espacio de centralidad en España para acometer las reformas y restablecer el pacto social», mantuvo González. Allí ya iba implícita su primera crítica al Gobierno del PP, al que no citó, y a Podemos, a los que tampoco nombró, aunque dejó una sonrojante crítica al número tres de esta formación, Juan Carlos Monedero. «He asesorado gratuitamente a muchos países latinoamericanos, y con mejores resultados», y es que, entre los países a los que Monedero asesoró y por los que cobró 425.000 euros, se encuentra hoy Venezuela, pobre sobre una gran bolsa de gas.
La centralidad de la que habla Felipe González es el gran espacio electoral español, el templado, el mayoritario. «El político que no tiene vocación de mayorías absolutas no sirve para la política porque no tiene la vocación de convencer a todo el mundo». Éste es el concepto de centralidad que entronca con su segunda preocupación: la falta de liderazgo en el país. No la ve en el presidente Rajoy ni, posiblemente, en otros partidos, aunque sí en la presidenta Susana Díaz.
Susana Díaz compartió mesa con González. Sabido es que el ex presidente considera que su paisana goza de la virtud del liderazgo, algo que se nota -dijo- «en el lenguaje corporal», y se palpa que entre ambos hay una complicidad que va más allá de la militancia en el mismo partido. Felipe González aclaró que él no le ha aconsejado a la presidenta que adelante a las elecciones ni cree que ella se termine presentando a las primarias del PSOE para competir con el secretario general, Pedro Sánchez. Eso es cierto, pero como también lo es que entre ellos hay plena sintonía. De hecho, en su intervención, la presidenta andaluza se quejó de que en España «falten liderazgos como los de los años 80′» y abogó por colocar «a las instituciones por delante de los partidos». En su intervención hizo mención a uno de los consejos que le da Felipe: «Susana, quien no crece no paga». Esto es, que las economías estancadas de los países endeudados europeos, y véase Grecia y en menor medida España, no pueden hacer frente a su deuda mientras no prosperen económicamente. Y para ello hace falta, según González, no sólo una política monetaria expansiva, sino un estímulo constante de la demanda.
Liderazgo en la política y centralidad en los partidos, y algo más de valentía. González abogó por la implantación de las listas abiertas: «Hay que empoderar a los ciudadanos de verdad. No se empodera votando cada detalle por internet, eso es mentira». Y el político, «que se gane el pan» para que sea el votante el que lo elija de entre el listado del partido.
Y la última gran preocupación del ex presidente es la falta de un proyecto internacional para España. La política exterior, dijo, es como una cucaña, hay que agarrase al palo, y subir muy poco a poco, pero si te paras, retrocedes y si retrocedes, pierdes años, y eso es lo que, en su opinión, le está ocurriendo al país. Y, en especial, en América Latina. González es un magnífico orador, y en su parlamento hay registros para todo. Dijo que él ha trabajado, y trabaja, con muchas universidades, en América Latina, en Europa y en España «y cuánto me gustaría que fuera con universidades de mi tierra». Y ahí queda eso.
El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que elogió al que también es Hijo Predilecto de su ciudad, aunque no iba allí a darle «ojana», también ve en Felipe González a esos líderes que antepusieron el interés general de una nación al de un partido. Su éxito es ése, pero también algo innato, escaso, quizás hasta sevillano: las ganas de ser un líder, de querer empatizar.